Aspectos inequívocamente humanos de la sexualidad

¿Qué nos hace específicamente humanos y nos distingue del resto de nuestros parientes biológicos?

El desarrollo de los pechos femeninos, la pérdida del vello, la posición erguida, el desarrollo de la inteligencia y la aparición del ser social nos identifican como especie. Pero, a pesar de todo, los aspectos de la sexualidad más humanos se derivan de los conceptos culturales de atractivo físico y de belleza que marcan las relaciones interpersonales de los dos sexos en todo el mundo.

Posición coital extraída de una tablilla de barro mesopotámica, 2º milenio a.C.

Si nos atenemos al acto sexual en sí mismo, los seres humanos hacemos uso de tantas posiciones coitales como nuestra imaginación nos permite; así lo demuestran manuales sexuales tan antiguos como el Kama Sutra y otros. Sin embargo: el ser humano es el único animal superior que hace uso habitual del coito frontal en sus relaciones sexuales. En cambio, la penetración de espaldas o coito a tergo es la universal en la práctica generalidad de los demás mamíferos (primates incluidos), reptiles y aves. El uso de la cópula frontal a causa de la adopción de la posición erguida puede explicarse por el cambio que debió experimentar la ubicación relativa de la vagina en el conjunto de la pelvis.

Posición coital extraída de una tablilla de barro mesopotámica, 2º milenio a.C.

Fíjate en el mapa siguiente donde se manifiesta la variedad de posiciones coitales mayoritarias entre los diversas culturas del planeta:

 Escena de hetairas y hombres en posiciones coitales acrobáticas, pertenece a una ánfora ática de figuras negras, hacia el 560 aC, procedente de Vulci, Italia.

Cerámica egipcia del período Ptolemaico, ss III-I aC.
Relieves de kajuraho, en la India Central siglo XI, etapa medieval
Ilustración erótica de un trio en la India del siglo XVI.
Dibujo erótico japonés de fecha indeterminada, quizás del siglo XIX.

En los pueblos precolombinos la sexualidad fue vista siempre de una manera más natural que en el viejo continente. La ceramica del pueblo Moche o Mochica, del antiguo Perú, es la muestra:
Los Moche o Mochica representaban la sexualidad y el poder en cántaros con figuras antropomorfas fornicando, vasijas para libaciones que tenían por objeto recoger los flujos vaginales o la sangre de los sacrificados y reproducciones figurativas que detallan prácticas sexuales como la sodomía o la felación, entre otros. Bourget, arqueólogo canadiense especializado en esta misteriosa civilización anterior a los incas, no detecta atisbo de erotismo o de placer en la iconografía mochica, sino una forma de transmitir y perpetuar los valores de las clases dirigentes en una sociedad que floreció entre los siglos I y VII.
EL ATRACTIVO FÍSICO
En todas las culturas existen cánones bien definidos de belleza; sin embargo la estrategia reproductora humana, como la de otros animales, precisa de la cópula, y ésta se lleva a cabo siempre que haya una pareja potencial, sea o no atractiva. Históricamente, mientras que en general los hombres se fijan más en la apariencia física de las mujeres; para éstas el atractivo físico se encuentra ligado al estatus social o a la inteligencia, al coraje, al valor y a cualidades análogas. Esto se ha producido así porque mientras que el instinto del hombre le lleva a pensar sólo en la transmisión de los genes; las mujeres deben velar porque su descendencia tenga el máximo de posibilidades de sobrevivir y perpetuarse.
Los kwakiutl de América del Norte, y otros pueblos de la Amércia precolombina como los mayas, modificaban la forma de la cabeza para ajustarse a su criterio de belleza y de pertenencia al grupo.
En diversas culturas lo que se toma en consideración en el momento de elegir una pareja no es un factor aislado, sino las circunstancias generales del individuo. En una futura esposa no se busca tan solo un rostro hermoso (sea éste como fuere), sino, lo que es más importante, si parece capaz de dar a luz muchos hijos o si posee una reputación de buena trabajadora. Es prácticamente imposible definir unos criterios de belleza válidos desde el punto de vista transcultural, pero lo cierto es que existen algunos.
Es bastante plausible que en todas y cada una de las culturas que han existido desde los tiempos del "hombre" Neanderthal (que son por lo menos unas 100.000) se haya destacado uno u otro aspecto físico como particularmente atractivo en el ámbito estético. Lo intrigante es la gran diferencia entre unos casos y otros. En la mayor parte de los estudios antropológicos relativos al atractivo físico se tiende a subrayar, por comparación, todo lo que no está en consonancia con los cánones occidentales contemporáneos. No faltan nunca alusiones a las distintas "rarezas" tales como:
  • La preferencia por la bizquera (los Mayas),
  • Las cabezas achatadas (los Kwakiutl), figura superior.
  • Las encías y lengua de color negro (los Masai),
  • Los dientes negros (los habitantes de las islas Yap, archipiélago de las Carolinas, en el Pacífico),
  • Los entrecejos poblados (los sirios),
  • La falta de cejas y pestañas (los Mongo, en Chad),
  • Los ombligos tremendamente protuberantes (los Ila, Sudamérica, cuenca del Amazonas),
  • Las pantorrillas gruesas (los Tiv, en Nigeria, África),
  • Los pechos oscilantes (los Ganda, en Uganda, África),
  • Las nalgas gigantescas (los Hotentotes, África del Sur),
  • Los pies atrofiados (los chinos),

y así hasta el infinito. 
Mujer hotentote (África del Sur) con las nalgas hiperdesarrolladas. Los Khoikhoi u Hotentotes son una etnia nomada que habita en el sudoeste africano, en Botswana y Namibia. Las mujeres exhiben como peculiar caracteristica genetica la esteatopigia, es decir, una excesiva acumulacion de grasa en los gluteos, de forma que estos se alargan perpendicularmente respecto a la espalda.
Los brtitánicos, que dominaron África del Sur, trajeron mujeres hotentotes a las Islas Británicas para ser mofa de las clases poderosas, como manifiesta el grabado de principios del s XIX.

Mira el vídeo sobre los kayapos del Brasil, pueblo con una gran conciencia estética y grandes valores culturales.

Los pueblos del Valle del Omo
Hans Silvester fotógrafo alemán autor de estas extraordinarias fotografías que en el año 2006 terminó un trabajo de varios años sobre el pueblo del valle del Omo, situado entre Etiopía, Kenia y Sudán, un mundo perdido, un lugar que no figura en los mapas. Lejos de cualquier capital, con un clima extremo, se esconde uno de los lugares más salvajes de África en el que viven unas 15 tribus nómadas o seminómadas.
Allí decidió ir, a la cuna de la Humanidad, a aquel lugar donde al parecer se efectuó la separación del hombre y del mono, para conocer a estas tribus que, sin saberlo, son guardianes de nuestro patrimonio común.
Se pintan el cuerpo con arcilla coloreada hasta dos o tres veces al día, como si cambiasen de vestido. Para los más jóvenes es una forma de coquetería, de seducción, de fiesta. Pero también un orgullo. Las escarificaciones, las mutilaciones que se infligen las mujeres mursi para colocarse su plato labial... son signos de elegancia, de belleza, de fortaleza y de valor.

Hubo un tiempo en que los grandes tatuajes eran muy populares entre los samoanos y todavía lo son entre los morai de Nueva Guinea. Occiente ha copiado este rasgo de identidad masificando su consumo.

En opinión de Donald Symons, la buena dentadura, ojos claros y el paso firme resultan cualidades universalmente atractivas, tal vez porque son indicativas de buena salud. En cambio, el mismo autor no cree que exista un cierto tipo de cuerpo que sea deseable a los ojos de la generalidad de los pueblos. Así, mientras que en algunas culturas africanas se aprecia a las mujeres gordas, para lo cual son encerradas antes del matrimonio en "chozas de engordamiento", donde deben engullir grandes cantidades de comida para ganar el mayor peso posible, en otras, la gordura es y ha sido despreciada.


Aunque resulta difícil señalar cánones estéticos positivos y específicos con valor universal, no lo es tanto enumerar ciertos rasgos considerados aborrecibles o sexualmente repulsivos: la suciedad, el olor corporal y el mal aliento integran parte del catálogo universal de cualidades repugnantes al igual que ciertos efluvios de los órganos genitales. Es curioso que en la práctica totalidad de las sociedades la limpieza corporal, el acicalamiento, presenten unos caracteres propios y el individuo que no sigue la regla general sea considerado no atractivo. Esta reacción universal adversa a los olores genitales es de considerable interés, ya que en muchos mamíferos los olores forman parte de su sistema de comunicación sexual constituyendo las denominadas feromonas. Aunque los humanos hemos encubierto nuestro olor natural con otros artificiales las investigaciones sobre sexualidad nos indican que el olor corporal ejerce todavía su papel en el juego sexual.

En el mismo sentido debe destacarse que los hábitos de acicalamiento de los antiguos griegos y romanos resultaban en extremo sospechosos a ojos de los primeros cristianos que, sobre todo, eran contrarios a la institución de los baños públicos en los que se suponían actividades sexuales no lícitas para su moral. Así, para los primeros cristianos la idea de ser escrupulosamente limpio implicaba no ser un buen cristiano y estar inmerso en la sensualidad del paganismo. La idea actual que preconiza que la limpieza es sagrada hubiera sido entonces rechazada como una tontería peligrosa. Este punto de vista sobrevivió durante 1000 años, a través de la Edad Media, hasta el siglo XIV, cuando volvió a extenderse el gusto por la higiene y se produjo la reapertura de los baños públicos. En el siglo XVI, protestantes y católicos clamaron al unísono por la vuelta a los ideales ascéticos y exigieron la supresión de los baños. El auge de las clases medías, acaecido en los siglos XVII y XVIII provocó la vuelta al cuidado personal. Tanto Europa como América se encuentran aún en el momento en que se veneran la limpieza y la higiene. 
 Baño de mujeres en el siglo XVI, grabado coloreado.
 (Códice Valerio Maximo, 1450, Berlín) Escenas de relajación en una corte donde se demostraba que en la Edad Media lo único malo era ser pobre o leproso, los demás, unos pocos, lo pasaban divinamente.
LA DEPILACIÓN
El hábito de eliminar el vello de una parte u otra del cuerpo puede encontrarse en todos los continentes. En concreto, está muy extendido en el Viejo Mundo: Europa Occidental y América del Norte, donde hombres y mujeres lo suprimen del pubis y las axilas. Esto también ocurre entre los Zulúes del sur de África y los grupos musulmanes de la India y Paquistán, pasando por muchos pueblos de lengua bantú y los Amhara de Etiopía. Entre los judíos de esta zona, sólo a las mujeres se les permite depilarse. A los hombres se les prohibe expresamente que hagan lo mismo.
 Mujer depilándose el vello púbico. s. XII. Castelo Sforzesco. Milán, Italia.
Pinzas de depilar, siglo I aC, Museo de Tarragona.
La depilación femenina sigue gozando de muy buena salud. La imagen inferior no es asumida en muchos países de occidente.

La existencia de un oficio, de unos sirvientes especiales encargados de eliminar el vello corporal es un hecho asociado a los baños del antiguo Mediterráneo (griegos y romanos, primero, musulmanes, después) y continuado en los modernos baños de Turquía y otras zonas del Próximo Oriente. Se utilizaban diversos métodos de depilación que aún hoy siguen vigentes, entre los que cabe destacar: el afeitado, el arrancado, las cremas depilatorias, la cera y un método todavía en uso en el Próximo Oriente que consiste en la mezcla de azúcar y zumo de limón calentada hasta que adquiere textura de caramelo. Las mujeres de estas sociedades se depilan el cuerpo entero, vello púbico incluido. Los hombres sólo eliminan el de sus axilas, aunque en ocasiones se practica una depilación más amplia. En Occidente el vello púbico es considerado como erótico y por tanto no se depila.

Menos mal que el uso del corsé pasó a la historia. Esta prenda demostró que para ajustarse al ideal de belleza, las mujeres debían sufrir fuertes dolores abdominales.

EL COLOR DE LA PIEL
El hecho de que los criterios de atractivo puedan estar basados en consideraciones meramente sociales aparece suficientemente ilustrado en las preferencias del mundo occidental en cuanto al color de la piel. El color de la piel tiene unas connotaciones culturales muy profundas. El ser de diferente color puede provocar todavía rechazos, muestras de intolerancia hacia aquellas personas que por diferente pigmentación se nos aparecen como distintas.
Hasta tiempos recientes, los himnos a la belleza femenina exaltaban la blancura de la misma comparándola con la nieve, el marfil o cualquier otra imagen adecuada. Hasta hace una o dos generaciones, las damas de la alta sociedad se cubrían con parasoles para evitar broncearse, lo que se asociaba a los campesinos que trabajan bajo el sol (figura de la derecha). Sin embargo, la significación social del bronceado es ahora inversa, una piel morena resulta hoy muy sexi. En otras culturas como los Pima de Norteamérica la piel blanca era considerada vergonzosa. En su opinión, la pigmentación cutánea de los europeos justificaba que se llevaran abundantes ropas para ocultarla. En otras partes del mundo como en algunos grupos polinesios tanto las mujeres como los hombres intentan blanquear sus cuerpos también.
 El baño, Edouard Manet
 La sombrilla era un elemento imprescindible de las damas que no querían perder su tez blanquecina.
Campesino, obra de Rafael Zabaleta
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Magnífico documental de REDES de Edudard Punset. La monogamia no es natural

Entre el 25 y el 50 % de los hombres occidentales reconocen haber sido infieles a su pareja al menos una vez. ¿Y las mujeres? ¿Habría dos tipos de monogamia: una social y otra sexual? Con el matrimonio de Judith Eve Lipton, psiquiatra del Swedish Medical Center en Washington, y David Barash, psicólogo de la Universidad de Washington, Eduardo Punset ahonda en los intereses de cada sexo en la vida en común.